NI CONTIGO NI SIN TI...
Carlos BENÍTEZ VILLODRES
Escritor, poeta, periodista, crítico literario
Málaga (España)
Desde siempre la gran ganadora en nuestro país, en cuanto a la continua y masiva entrada de dinero en sus arcas, es la Banca ¿Quién puede mesurar, contener, controlar su infinito poderío? ¿Quién puede lograr que afloje en su carrera imparable y avariciosa, enigmática y desasosegada, si a cada zancada obtiene unas ganancias cósmicas a costa de los que, en su trabajo diario, se dejan la piel a tiras y de aquellos que viven sin piel porque ya se la dejaron toda ella en sus años de actividad laboral? ¿El FMI? ¿El Banco de España? Ningún gobierno español del siglo XX y de los siete años del XXI ha podido encauzarla por las vías de lo permisible, de lo tolerable, de lo claro, de lo justo. Ella va a su aire, a lo suyo, que es ganar y ganar, abusivamente, dinero. “Si alguna vez ve saltar por una ventana a un banquero, refiere Voltaire, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar”.
No quiero echar mano a las estadísticas porque nunca las creo, pero la Banca es la única empresa, tenga los apellidos que tenga, que más euros se embolsa, como todas las que hay repartidas por nuestra geografía y fuera de ella. En las épocas de nuestros reyes absolutistas y de los regímenes dictatoriales que impusieron a los españoles, de pésima manera, tal y como empiezan y discurren y terminan todos ellos, corría de boca en boca aquellas célebres palabras pronunciadas por el bueno de Sancho: “Con la Iglesia hemos topado”. Pero en los tiempos nefastos de las dos Repúblicas y desde la transición a la democracia hasta nuestros días, ese modismo se echó en la saca del desuso, de lo inservible. Ahora el que va de intelecto en intelecto y también de boca en boca, a una velocidad infinitamente mayor que la luz, es el mismo pero cambiando el sustantivo “Iglesia” por el de “Banca”: “Con la Banca hemos topado”. No sólo es por el poder que tiene, sino por la merma excesiva que sufren los salarios de quienes “topan”, por necesidad, con ella. Cuántas veces hemos escuchado decir: “¡Dios nos libre de necesitar los servicios de la Banca!” Sin embargo, la vida de cada ciudadano depende, en su vertiente económica, de la Banca.
En los años que llevamos de gobierno socialista, si fuera del PP diría y escribiría exactamente igual, los especuladores de viviendas, -ya estaban carísimas en anteriores legislaturas-, no han bajado su costo, al contrario, lo han subido, según dicen las estadísticas. ¿Por qué continúa en ascenso los precios de las viviendas, si el programa de gobierno del PSOE dice que se congelarían y, tras un tiempo a corto plazo, irían a la baja? Ya lo explicó Benavente: “El dinero es el gran ideal de los tiempos modernos”. Y el poder político y el económico tienen este ideal. Por él luchan y hacen todo lo que tengan que hacer, sea lícito o no, transparente o críptico. El materialismo está firmemente asentado en la conjunción política-económica y viceversa. El político sin la Banca no puede moverse, y la Banca sin el político..., tampoco. Es una simbiosis extraña. Se necesitan ambos para poder subsistir, pero esta dependencia funciona gracias al sudor y a las fatigas, al estrés y a la explotación del pueblo al que dicen servir, siempre que éste, obviamente, le dé a ellos su soplo de vida, es decir, esa vía libre para que puedan circular a su capricho con su bagaje de engatusamientos y falsedades, de imposiciones y prohibiciones.
Desde que el dinero existe, a los seres humanos nos preparan, desde la infancia, para vendernos, y nos vendemos para tener dinero y poder vivir ¡Desgraciado, pobre de aquel hombre que no encuentre comprador!
Sin entrar en las comisiones con las que ciertos bancos, evito la generalización, graban los pagos que realizamos, directamente, a través de ellos, las domiciliaciones bancarias, las transferencias, los cobros y pagos con tarjetas de créditos y por la utilización de éstas en otras operaciones..., puedo afirmar rotundamente que la Banca es la industria que más prospera, que más beneficios económicos obtiene cada año. Este desarrollo cuantitativo está cimentado sólo y exclusivamente en la venta de dinero. Dinero que es carísimo para aquel que lo compra.
En las dos últimas décadas, la Banca ha proliferado vertiginosamente. Echemos un vistazo por cualquier calle de cualquier localidad y encontraremos sucursales de bancos por doquier.
Nunca jamás conseguirá el hombre distribuir equitativamente el dinero, por una razón muy simple y sencilla, porque su vida es una continua lucha a corazón abierto, no para distribuirlo, sino para quedarse él, se lo merezca o no, con todo el dinero que sepa y pueda recoger. Cuanto más..., mejor. La naturaleza humana es así, no le demos más vueltas, por eso “cuando no se tiene dinero, siempre se piensa en él, sostiene Paul Getty. Cuando el dinero se tiene, sólo se piensa en él”.
Una gran parte de nuestra juventud, además de no tener estabilidad en cualquier puesto de trabajo, está hipotecada “casi” de por vida por la Banca como consecuencia de la compra de una vivienda ¿Y la juventud que está en paro obligado? ¿Qué hacen estos jóvenes si quieren comprar una vivienda para casarse o emanciparse? Evidentemente es a la propia Banca a quien menos le interesa que los precios disparatados, exorbitantes, de las viviendas bajen. Hablamos y hablamos de aquellos individuos o empresas que especulan con esto o con aquello, pero jamás decimos una palabra sobre los que hacen lo mismo pero con el dinero. Demasiado verbo vano y demasiado papel mojado ¿Llegará el día en el que se moje de verdad, sin ñoñerías, o mejor aún en el que se sumerja en los asuntos de la todopoderosa Banca el actual Gobierno de la nación para equilibrar la balanza que hoy por hoy se halla totalmente inclinada a favor de ésta? ¿Se partirá el pecho Rodríguez Zapatero y sus ministros para que el precio de la vivienda se ajuste a su precio justo? Ciertamente ya no campean los especuladores de terrenos y viviendas a su libre albedrío. Muchos están ya en las cárceles, otros pagaron una fuerte fianza para su momentánea liberación, pero… ¿se divorciará algún día el poder político del económico o, por el contrario, tendremos matrimonio feliz para toda la vida en detrimento del pueblo? ¿Llegará el momento, tan deseado por toda la población española, en el que deje de ser un sueño y un anhelo la estabilidad en el empleo de nuestros jóvenes y no tan jóvenes porque se han hecho realidad? ¿Aumentará la economía doméstica de los millones y millones de españoles o proseguirá bajo la losa de la reducción? ¿Adelgazará el déficit nacional o seguirá engordando su cuerpo ya bastante regordete?
Ciertamente con la guerra contra Irak el precio del petróleo comenzó y continúa su imparable ascensión con el consiguiente desquiciamiento de la economía mundial. “Entramos (en Irak) porque Aznar quiso, manifestó, en 2004, Manuel Pimentel “A Nosa Terra”. No existe otro motivo de fondo. Lo decidió él por su cuenta. La ministra de Exteriores lo supo por los periódicos y el PP apoyó por unanimidad esa guerra sin antes ser consultado para nada”. A pesar de este enloquecimiento de la economía, la constante escalada de la Banca se encuentra en una situación privilegiada, como nunca jamás la tuvo, sin embargo del poder adquisitivo del ciudadano de a pie, de Prudencio Español o de Mª. Angustias Iberia, no podemos hablar o escribir de subida, sino de bruscos y a la vez velocísimos descendimientos sin precedentes.
El pueblo que es más inteligente de lo que los políticos y los banqueros creen y más alegre que la primavera, que un niño feliz o que un repique de campanas..., ya va cantando por ahí a la Banca: “Ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedios. / Contigo porque me arruinas, / sin ti porque andar no puedo”. Incluso a Rodríguez Zapatero también le cantan por esas calles y caminos de la España sufridora: “Soledad no es estar solo. / Soledad es que yo vote al PSOE / y ZP se haga el loco”. Rajoy, el buen hombre del PP, no se queda atrás. Al gallego todo el pueblo español le brinda este cante: “En la mar de la derecha / nunca ya se baña el sol / desde que el bueno de Rajoy / reluce en la oposición”. Hasta a ese Carod-Rovira al que tanto le gustaría tener a ZP y a Rajoy como los ratones del flautista hammelin, le canta la sociedad española: “Desde toítas sus tierras / la valiente España mira / las payasadas sin gracia / de ese tal Carod-Rovira”. Ésta va, por malagueña, para usted, amigo lector: “Cultive usté eza alegría / que yeva en zu zangre andaluza, / que hay po ahí musha lechuza/ pechizacada y vazía, / inventora de shapuza”.