Tetuán y la fotografía testimonial.
por:Ahmed Mgara
El legado patrimonial de una
ciudad es el principal tesoro que esta puede poseer, tanto por lo que supone
dentro de la memoria del país como por los alicientes que pueda ofrecer para
sus visitantes. Las edificaciones van derrumbándose para ser sustituidos por
otras más sólidas, más higiénicas. . . y más acordes, en definitiva, con los
momentos más recientes y, en consecuencia, desaparecen de la realidad
conservándose sola y exclusivamente en textos literarios o periodísticos,
fotografías o tomas cinematográficas o de videos. Estos elementos mantienen
viva la memoria de esos edificios corroídos por los años y por sus intemperies
siempre que exista en esos pueblos o ciudades gente consciente del valor de
cada edificio para la vida social de su tierra.
En Tetuán existió esa
tradición de fotografiar los edificios de la ciudad desde diferentes
perspectivas tanto interiores como exteriores, pero llegó un tiempo en que se
dejó de ejercitar esa sana tradición por cuestiones, probablemente
socio-económicas, y se fue perdiendo el hábito con las desgracias consecuentes.
La implantación del
protectorado supuso la llegada de gran número de fotógrafos españoles a Tetuán,
así como a otras ciudades del norte como Tánger, Larache, Alcazarkebir. . . ,
en busca de mejoras en sus recursos profesionales. No hay que dejar de lado que
la llegada de los nuevos colonos y del ejército a ciudades marroquíes suponía
un evento exótico para muchos de esos ciudadanos, soldados y familiares.
Marruecos era una novedad que habría que reflejar no solamente a través de
cartas sino también por medio de ilustraciones gráficas tomadas en las calles
blancas que serían sustituidas paulatinamente por los edificios nuevos de
estilo europeo como fondos de esas fotos de recuerdo.
Una fotografía de 1912, por
ejemplo, no poseía más trascendencia en aquel entonces más que el afectivo.
Dicho de otra manera, una fotografía de un soldado llegado a Tetuán en 1912 en
una plazoleta o en una calle de la ciudad y con gente autóctona de la tierra
pasando como fondo, poseyó para la familia del soldado instalada, por ejemplo
en Badajoz, ese aliciente exótico y anecdótico antes referido. Pero esa misma
fotografía, en el 2003, tendría un valor histórico ineludible aún sin conocer
siquiera el nombre de ese soldado o personaje ni su procedencia, ya que una
fotografía de noventa años suele estar cargada de emociones y de historia en su
contenido visual referido a la arquitectura, la vestimenta de los personajes.
Lógicamente, tampoco habrá que olvidar lo puramente artístico como fotografía y
lo profesional en lo que se refiere al tipo de papel empleado, los cromados y
las técnicas usadas así como las cartulinas en que iban pegadas esas fotos y
los escudos en ellas impresos, los tamaños, los filos. . . todo ello
estandarizado según la época aunque con emancipaciones que darían lugar a nuevas
“normas” dentro de la fotografía.
Existió también una
fotografía recreativa en los jardines y plazas; fotografía de los militares
fuera de su profesión, que englobaba a los militares destinados en Marruecos
con niños o ladeando a los pueblerinos para destacar sus vestimentas, raras en
España; fotografía bélica, tomada en los cuarteles y con equipamientos
militares; fotografía de estudio, con retratos de ciudadanos para el recuerdo;
fotografía de gremios y de colectivos, que agrupaba a los miembros de la misma
profesión después de una reunión o a los niños de cada curso de todas las
escuelas; la fotografía oficial, que poseyó un interés histórico en ciertas
épocas aunque no se esté valorando actualmente lo suficiente.
Notorio es que detrás de
esos reportajes gráficos existieron unos profesionales de calidad con otros que
lo fueron menos por circunstancias de la vida. Yo sacaría a relucir nombres
como Zubillaga, los hermanos Cuadrado, García Cortés, Florido, Grecia, Morales,
Ros, Alberto entre muchos que han llevado la vida social, política y económica
de la ciudad a papeles de valor conservándola en placas y en clichés negativos
para la posteridad.