UN DÍA PARA EL RECUERDO...POESÍA Y MÚSICA JUNTAS
Atravesar las calles de Madrid puede ser toda una aventura...Todos sabemos de las obras interminables, de los viajes en metro y en autobús que pueden convertirse en arenas movedizas que desanimen al caminante que pretenda alcanzar un objetivo lejano. En este caso que voy a relatar, puedo decir que ha merecido el esfuerzo.
Tenía, desde hace tiempo, el deseo de visitar a mis amigos Pepita y Jacinto López Gorgé. Ellos viven en un barrio: Moratalaz, y en una calle: “La Marroquina” que dice mucho del mundo que ha sido su destino. ¿Quién no podría adivinar a qué me refiero?
Pepita y Jacinto se conocieron y se unieron en 1957 – para lo bueno y para lo malo – en un ciudad muy especial: Tetuán, la que fue capital del Protectorado español en Marruecos. Ahora y siempre han formado una pareja entrañable. ¡Qué harían el uno sin el otro! Es la razón de su vivir, consagrarse para seguir el sendero de la vida, en el cariño y la comprensión mutua.
Ellos dos tiene su carácter, no crean que no, pero han sabido llegar a una armonía tal
que no se entiende si se les quiere definir por separado.
Pepita y Jacinto se han movido en terrenos laborales y afectivos próximos: el mundo de los libros, del arte y de la música.
Pepita se ha jubilado en la pinacoteca del Museo del Prado, ¡nada menos! Antes trabajó en varias importantes bibliotecas: en la del Ateneo de Madrid dejó buen recuerdo, y lo sé bien por una amiga común, compañera de estudios universitarias: María José Albo, hoy directora de la biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Jacinto, alicantino de nacimiento, acaba de celebrar su 82 cumpleaños como me cuenta,
es melillense de corazón. Es un excelente escritor y así lo ha demostrado en sus artículos periodísticos (Blanco y Negro, España Semanal, de Tánger, etc.), amigo de artistas (ha hecho la introducción del libro dedicado al pintor y grabador sevillano Manolo Barbadillo) y de poetas. Él mismo ha escrito muchos versos y han sido recogidos en colecciones tan prestigiosas como “Adonais”, “Mirto y Laurel”, “Álamo” de Salamanca. Es auto asimismo de varias antologías: Medio siglo de poesía amorosa española, Antología de poesía amorosa, Poesía erótica en la España del siglo XX, publicadas en Tetuán (1959) y Madrid (1967 y 1978).
Su vida en Melilla es, como decía, la parte principal de sus trabajos literarios. Allí encontró a otros poetas y escritores que integraron el “Grupo de Melilla”, con nombres tan significativos como Miguel Fernández, Francisco Salgueiro, Pío Gómez Nisa que, juntos, fundan la revista Manantial y la colección de libros “Mirto y Laurel” en 1952.
Se traslada a Tetuán en 1953 y allí desarrollará otra importante faceta de su vida literaria: la revista Ketama que aparece como publicación bilingüe, en español y en árabe.
Jacinto ha plasmado sus recuerdos de aquella etapa en varios artículos muy reveladores. Ahora recuerdo especialmente el titulado “Dos revistas hispanomarroquíes” que se publicó en el libro Encuentros literarios: Marruecos-España-Iberoamérica, volumen preparado por Mohammad Chakor y que editó Carmen Ruiz Bravo en CantArabia, en 1987. Jacinto que conoció de cerca la experiencia de aquellas revistas hispanomarroquíes, como colaborador de una, Al-Motamid, y como director de la otra, Ketama, detalla la vida cultural en torno a los protagonistas de aquellas publicaciones cuyo papel en la difusión de la poesía española, marroquí y árabe en general, se empieza a reconocer en estos años. Jacinto ha sabido destacar la labor de Mohamad Sabbag, por ejemplo, “que no es fácil de olvidar, por muchos años que hayan transcurrido”, según se destaca, autor y traductor él mismo de tantos poemas, a veces inéditos, de grandes figuras de nuestra literatura: desde el homenaje a Antonio Machado a Gerardo Diego, Adriano del Valle, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Dámaso Alonso y Luis Felipe Vivanco...Y lo mismo se podría decir, en menor escala, de Abdelatif Jatib (traductor de Juan Ramón jiménez, Juan José Domenchina, Max Aub, José Hierro. Manuel Altolaguirre, entre otros) y Muhammad Al-Arbi Al-Jattabi. Todos ellos son grandes nombres del hispanismo y de la cultura marroquí por tantos motivos, como es sabido.
Y quisiera agradecer ahora las sinceras palabras en las que el propio Jacinto reconoce mi modesto papel en aquel “feliz reencuentro” con Trina Mercader, cuando ella vino a Madrid, invitada para rememorar sus recuerdos marroquíes en la conferencia que pronunció en la sede de la Escuela Diplomática, donde estaba establecido el Instituto Hispano-Árabe de Cultura, en mayo de 1980. (Un resumen de la misma se publicaría en la revista de la UNESCO, que entonces dirigía otro antiguo amigo de Tetuán: Fernando Valderrama). La vida llevó a cada uno de ellos por diferentes caminos, tras su traslado a la península al producirse la independencia del país que tanto significó en sus vidas. Trina escogió Granada como nuevo destino y lugar para fijar su residencia, aunque seguía en contacto con sus primos de Alicante: María y Bonifacio Balaguer, de los que guardo tan grato recuerdo desde que acompañaron a Trina en la citada visita a Madrid.
Jacinto y Pepita se instalaron entonces en la recordada calle de La Marroquina, en Madrid. Aquí proseguirían sus actividades laborales y literarias hasta su jubilación. Y recuerdo con cierta emoción la confesión de Jacinto que tanto dice de las escasas y diferentes relaciones que mantuvieron entre ellos, en la nueva etapa de sus vidas. Era algo que ya adivinábamos en las cartas de Trina: sus problemas de salud, la muerte de su madre, el voluntario aislamiento en que vivía (salvo las tertulias en la casa de Rafael Guillén, con Elena Martín Vivaldi y otros poetas de Granada, y la estrecha amistad con Antonio Carvajal, Joaquina Albarracín y su marido Juan Martínez Ruiz), de una parte;
la agitada vida madrileña, qué podríamos decir los “sufridores” madrileños que conocemos a diario las peripecias de una capital tan diferente a aquella ciudad de Tetuán, donde discurrieron los anhelos poéticos de las revistas hispanomarroquíes.
Jacinto, ya lo decía antes, ha rendido tributo a la obra de Trina y a su poesía en numerosas ocasiones y homenajes (entre los más recientes destacaré el de los Institutos Cervantes de Casablanca, Rabat, Fez, Tetuán y Tánger , entre los días 18 al 26 de Marzo de 2003, en los que compartimos tantos momentos de emoción y nostalgia con amigos y escritores españoles y marroquíes; y su orientación y generosa ayuda al trabajo de investigación de Sonia Fernández Hoyos, publicado recientemente con el título de Una estética de la alteridad: la obra de Trina Mercader, donde se reflejan tan claramente los vericuetos de aquella aventura literaria con Trina como protagonista, y los colaboradores que siguieron su camino...¡cuántos logros y cuantas espinas la rodearon!) Las relaciones humanas no son fáciles en general y qué vamos a decir del mundo de los poetas, donde no faltan las suspicacias y la frustración de muchas sensibilidades.
Hoy, en esta lluviosa tarde, queríamos dedicar nuestro pequeño homenaje a Jacinto López Gorgé y a Pepita, su mujer. He gozado de su amistad en su trato y en estos temas en los que ellos podían ilustrar mis pobres conocimientos, que nunca fueron tan directos como los que ellos vivieron, ni tan próximos.
Sus libros, sus amigos quedan como testimonio de su generosidad. Creo que en Marruecos también le deben un homenaje de amistad y reconocimiento: la presencia y las vivencias compartidas serían un buen motivo para, por ejemplo, hacer una nueva edición, en cederom o en facsímil, que rescatara aquel documento – la revista Ketama - para valorar mejor lo que significó el mundo poético que Jacinto supo y pudo crear.
A Jacinto, junto a Pepita, en su casa madrileña de “La Marroquina”.
¿En qué mesa escribías, amigo Jacinto,
tus reseñas y tus versos?
¿Era por la mañana, al atardecer,
o en la noche de la blanca Tetuán
donde tanto viviste?
Recuerdo ahora tus versos, cuando decías:
“Y oiré tu llamada mientras viva
y, antes, mi amor, que tu llamada suene,
porque siempre te estoy aquí esperando...”
Allí te veo, en fotos inolvidables: con Trina, Pío,
Sabbag, Aleixandre o Valente...
¡Qué momentos tan preciosos,
tan llenos de poesía, que allí os reunía,
y convivir con esas grandes figuras
que tanto saben del amor y sus afanes!
“Ketama”, símbolo de los altos cedros
del bosque que dio nombre a tu revista,
como te dije un día, es testigo
de tanta ilusión que sentías
y en sus páginas han quedado
versos y amigos que vivían para la poesía.
Fue el símbolo de una convivencia
y en las dos lenguas reunía poemas
que allí se descubrían.
Hoy estoy contigo y admiro el trabajo que hacías
Y los esfuerzos por difundir la mejor poesía,
Un mundo que desaparecía,
Aunque quede su testimonio
Y esta noche sirva para recordarte, junto a Pepita,
El cariño con que me acogisteis el otro día,
Y volver a leer tus libros, acercarme a tu preciosa biblioteca,
Y tus versos, nacidos en la soledad,
que me animan a escribir estas líneas
para el recuerdo de nuestra renovada y, siempre viva, amistad.
Fernando de Ágreda.
Majadahonda, 8 de Abril de 2007