jueves, enero 13, 2011

Zéjeles de Tetuán


Zéjeles.
Teniendo en cuenta que el zéjel ha sido considerado en diferentes épocas como poesía ilegítima, en Marruecos ha conocido muchos altibajos respecto a su catalogación. El zéjel, máxima fuerza expresional popular en el Andalus, aún siendo marroquí de origen, se extendió a éstas latitudes donde se conservaría como tradición.
Tetuán, en lo que nos concierne en ésta monografía, conoció idénticos altibajos conceptuales a la vez que dio a conocer gran número de zejeleros que codearon con los poetas de la métrica tradicional. El zéjel, desheredado por la mayoría de los poetas, nunca perdió adeptos, y siguió siendo la voz popular que siempre emanaba y recalaba desde y en el alma del pueblo.
Curiosamente, dos de nuestros zejeleros, relativamente más noveles por haberse dado a conocer tardíamente, están dejando huellas durante los últimos años con señas de identidad muy peculiares pese a las diferencias en tonalidades y léxico. Son como dos ramas del mismo árbol, dos nubes de la misma cúspide, pero con diferentes similitudes.
Se trata de Abdelghafour El Ftouh, natural de Río Martín, y Mostapha Mechbal, tetuaní y, curiosamente, único poeta marroquí retratado en un billete de banco en nuestro país. Como denominador común, poseen un incondicional amor a la tierra traducido en sensuales sensibilidades que se trasladan y transmiten a través de la supremacía de sus versos. Los dos son continuidad del mismo rosario literario.
Ambos han cantado, desde sus albores poéticos, la diversidad que ha constituido el ramillete tratado en los zéjeles originales: el amor, las flores, los arroyos y ríos, las montañas, las delicias de la vida, los atractivos del entorno y, cómo no, a su Tetuán del alma por englobar todos esos rasgos de inspiración poética inagotable que deleitan incesantemente a las retinas más exigentes. Lo han hecho con señorío y con orgullo, propios de unas señas de identidad de gran peso específico en la historia.
Tanto Mechbal como Ftouh, se han vertido recreándose en la lucidez natural de su ciudad impregnando sus zéjeles con furtivas fuerzas expresivas llenas de percances e intencionadas metáforas propias de una poesía profundamente altiva. Poesía de altos vuelos que enaltece al zéjel y a los zejeleros. Puede decirse, también, que sus versos son un refugio para declarar su ilimitado amor a la prolífera tierra, con sus vanidades y sus lirismos, con sus atractivos y distintivos más representativos. Una poesía incisiva y penetrante que delata su incondicional amor a la tierra que los amamantó. Cantos utópicos que destacan lo oculto y lo exteriorizan desde el alma a la realidad más furtiva, poesía que se inclina con reverencia en el umbral del vestíbulo poético más sublime.
Con su poesía rejuvenecen las arcaicas sombras y las apagadas luces del secular Tetuán, embellecen su vejez tornándola en un elenco de cantos y alegrías. Tal vez, ese desmesurado amor de nuestros poetas se pueda notar con sólo imaginar verles caminar entre las enrejadas calles de la capital del Dersa, pero ellos decidieron fraguar palabras argentas y rimas áuricas para testificar esa multidimensional pertenencia. Ellos borran las tempestades del destino de su ciudad, sustituyendo las frustraciones que el rigor de ese destino proporciona despiadadamente, por cantos alegres, llenos de vivacidad y esperanzas infinitas. Sus versos líricos y llenos de romanticismo barroco y candente así lo testifican.
Sus expresiones reflejan sus alegrías incontenibles a la hora de expandir su orgullo al verso; improvisan festejos mundanos en sacra adoración a las beldades de la tierra que les dio de sus perfumes y de sus aires lo más preciado. Simplifican lo multidimensional y lo erigen en filón al alcance de todo lector para deleite incondicional.
A nivel de crítica, los dos zejeleros han tenido reconocimientos de eminentes poetas y de reconocidos zejeleros marroquíes de diferentes tendencias y publicaciones. Los dos han colaborado en actualizar el zéjel en Tetuán tras la trágica desaparición del malogrado Hosni Ouazzani, zejelero por excelencia durante décadas de sonada productividad poética, junto con Hassan El Mofti, Malik Bennuna y otros. Tal vez podamos insinuar cierta modernización sin margen posible de errar en nuestros vaticinios.
Entre sus peculiaridades está el empleo del árabe literal en paralelo con el coloquial, una innovación dentro del panorama zejelero popular marroquí, lo que implica una variante muy interesante a nivel de expresiones con amplitud y sin limitaciones que pudiesen coartar el sublime sentido poético que se suele inculcar al zéjel tetuaní dentro de su relevancia a nivel nacional.
El empleo de un léxico inusual, otorga unas pinceladas de perfeccionamiento de nuestro zéjel con ribetes y retoques de actualización temática dentro del contexto general del zéjel marroquí, una poesía crucial y de largos alcances.
El género o estilo de poesía de nuestros dos jinetes del zéjel es manantial arraigado en nuestras tradiciones más emotivas, por lo que se eleva a las alturas fulgurantemente en pausados vuelos que nos trasladan de melancolía a espiritualidad sin apenas movernos de un solo verso. Disuelve, esa poesía, el conjuro de los malignos tiempos y nos recrea en festejos poco comunes y poco usuales. Es llanto señorial por las glorias de tiempos pasados y efemérides que fueron deshauciadas de las páginas de la historia; es un “no nos moverán” expresado con la dulzura del verso y de la rima, siempre, desde lo emotivo del alma… y con amor.
Cautivo de sus beldades, me dejé envolver con la magia de sus sublimes versos que emanan de una poesía que se incrusta en lo más hondo del sentimiento para transformarse en ramillete de olores tenues y sensuales metáforas que funden la esencia de Tetuán en un crisol lleno de alma y de afectividad.
No por todo lo mencionado la poesía de Mechbal y de El Ftouh, deja de ser un campo de acción y de experimentos para la nueva tendencia modernizadora de toda expresión literaria. Es cierto que el arraigo y le espiritualidad son dos de los distintivos más relevantes de nuestros dos poetas, pero van, los dos, hacia unas nuevas vías actualizadoras de su productividad más reciente.
La temática tratada es variopinta. Aluden a todos los temas genéricos con conocimiento de causa y gran maestría. Son, los dos, muy doctos en sus dádivas poéticas para deleite de sus lectores.
Ambos nos suelen sorprender, de vez en cuando y en círculos o foros de lecturas poéticas, con su producción ofreciéndonos su alma en líneas de inspiración y sentimientos, embadurnados de éticas y de moralidad extensa. Nos ofrecen su visión peculiar de un entorno cada vez más hostil y menos cautivador en una ciudad que fue perdiendo las luces y joyas de sus diademas contradiciendo los dictámenes de la naturaleza, una ciudad desvirgada en su inocencia y que se vio enviudada antes de ser esposada. Tetuán, el canto mágico de los siglos
Ahmed Mgara