FARIDA EL HADRI , LA LUZ
Cuando la ciudad inspira poesía y pasión a quienes caen presos de sus encantos y embrujos, resulta inevitable hallar las expresiones más sublimes de lo sensual y de lo supremo. La pintura y la poesía son dos de los exponentes más expresivos de esas manifestaciones de júbilo sentimental que se exhalan espontáneamente y sin tapujo alguno las más de las veces.
Lógicamente, cuando se reúnen esas dos bendiciones, poesía y pasión, el resultado suele ser más sugestivo y atrayente. La magia de lo bello se incrusta en los más simples de los detalles expresionales dando resultantes muy de considerar. Y, viendo la obra pictórica de Farida El Hadri, una gran dosis de belleza expresional se impregna de esa poesía y de esa pasión multiplicando sus densidades por la vivacidad de sus temáticas más soñolientas. El baile de los colores mitifica lo que en la vida real nos resulta normal y usual trasladándonos a vivencias llenas de novedad sensual y a percepciones ricas en valoraciones y detalles peculiares.
Farida hace de su arte una evasión propia de un entorno hostil a lo bello y a lo que el legado fraguó en siglos de buenos usos y tradiciones, dejando filtrarse lo exquisito y altivo por una criba de mágicos colores llenos de luz y de tenues sombras que adormecen el excesivo flujo lumínico que se escapa de los telares en sinfonías, crucialmente, bien entonadas por sus pinceles de estallidos y griteríos.
Farida pinta un figurativo muy vivo, lleno de realidades y de realismos, plasmando sus impresiones e interpretaciones de un entorno lleno de contradicciones y de objeciones con crudeza y dureza pero, a la vez, aliviando sus contextos más lúgubres con un abanico de tonalidades muy propio de su paleta. En la textura demuestra una oleada de diestro hacer y, pese a variar en algunos casos los colores originales de los objetos o motivos interpretados, Farida conjuga sus propios colores dando sublimes riquezas a los resultados de sus pinceladas. Combinación perfecta para tan bellas obras.
Incluso en las pinturas de los tejados y de los callejones, tendencias que afloran en Tetuán dentro de las artes plásticas con las denominaciones de "Stohismo" y "Drubismo", Farida El Hadri remacha una singular sincronización del blanco lumínico con el blanco grisáceo que se confunden creando un hiperrealismo poco común en nuestra pintura.
También alude nuestra pintora a rasgos faciales de gentes ya mayores y que testifican el paso de los años y de las edades; cuerpos encorvados y castigados por las eras y por los avatares de la existencia. Pordioseros sin norte y viejos que, en los cuadros, dan la impresión de haber perdido su estrella polar por moverse en un espacio estático aún carente de sombras en algunos casos. Son, esos cuerpos, la misma sombra de la existencia y de sus durezas, rasgos de silencios maduros y de quietudes hirvientes en el abismo del olvido más sugestivo. Y, detrás de esas azoteas siempre aparecen esos gigantes que el tiempo acabó acallando y envolviendo en la perdición del irremisible rigor del destino. La huerta Tetuaní, que fue invadida por barracas de cemento y ladrillo; el omnipotente Dersa, que cambió su vestimenta de pinos por otra de ladrillos quebrados y construcciones chabacanas; y el Gorguez, aún con apariencia de rudeza, tan solo conserva la oquedad acuosa que lo llena y el gris recubrimiento de sus rocas desvanecidas.
En definitiva, Farida El Hadri, ofrece cada vez que expone una nueva sinopsis de su inspiración más sublime. Renueva su inspiración y la torna tan expresiva como su obra anterior aunque con matices más renovados y atrayentes. Una obra que, en conjunto, representa una fidelidad expresional digna de la tendencia clásica de la “escuela de Tetuán”- que tanto afloró en las artes plásticas nacionales. Pintura contundente y de alcances ilimitados que llenan de expresionismos y de simbolismos tan especial colección de obras.
La sinfonía de colores de cada cuadro o pintura hacen de la obra de Farida El Hadri un ramillete de calidad y de creatividades muy concretas dentro de una ejecución bien concreta.
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