martes, septiembre 18, 2007

Educación infantil.

CASTIGOS EN LA INFANCIA

Foto: Kais y Lina - Colegio Jacinto Benavente de Tetuán, 4° B.
Carlos BENÍTEZ VILLODRES
Escritor, poeta, periodista, crítico literario
CÓNSUL DEL MOVIMIENTO POETAS DEEL MUNDO EN MÁLAGA (ESPAÑA)

Sólo 3 de cada 10 niños europeos viven en países que legislaron en su día prohibir el castigo físico de padres a hijos en sus hogares. España no se encuentra entre ellos. Por ello el Consejo de Europa (CE), formado por 46 países, insta una vez más al Gobierno de Rodríguez Zapatero a prohibir el castigo físico a los niños en casa. Para ello, España ha de reformar el artículo 154 del Código Civil. Dicho artículo dice, entre otras cosas que “los padres podrán (...) corregir razonable y moderadamente a los hijos”. No hay razón, ni moderación, ni nada que justifique castigar físicamente a un hijo. Cuando las estadísticas dicen que “el 52,2% de los padres españoles justifica dar un bofetón o un azote a su hijo algunas veces”, podemos asegurar que se quedan, como siempre, demasiado cortas, pues en las tres cuartas partes de los hogares españoles con niños menores de 12 años se castiga físicamente, no “algunas veces”, sino con asiduidad.
España siempre fue y continúa siendo un país de contradicciones. La sociedad española arrastra una larga serie de prohibiciones, sin embargo, la que debe ser una de las más fundamentales no se contempla como tal, me refiero a la violencia corporal dentro del seno de la familia. Este tipo de violencia suele estar envuelta por un silencio total. La advertencia del CE no es nueva, pues hace 13 años el propio CE le insistió al Gobierno español que modificara el susodicho artículo 154, pero a nuestros legisladores “por un oído le entró y por el otro le salió” ¡Incomprensible! Esperemos que la actual presión del CE a España surta los efectos deseados para bien de nuestros niños, pues está más que demostrado científicamente que los progenitores que golpean a un hijo le están ocasionando un daño terrible: merman, incluso hacen desaparecer la autoestima del chaval; lo victimizan; lo hacen antisocial; le infunden miedos y terrores nocturnos; le abren los caminos de la desconfianza y del odio; destrozan los cauces de diálogo y levantan murallas infranqueables entre padres e hijos; lo inducen al fracaso escolar...
En todos los países de la UE el castigo físico a los niños está prohibido en los colegios, en el Código Penal, como sentencia por delito y como medida de disciplina. Sin embargo, sólo en 17 naciones de la UE está prohibido el maltrato físico a niños y adolescentes que se hallan en centros de acogida. “Una sociedad que se moviliza por los animales y pega a los niños tiene un problema sin solucionar”, comenta Paulo Pinheiro, coordinador del estudio de la ONU sobre violencia infantil en el mundo.
No deja de ser curioso, aunque abominable y execrable, lo que sucede en nuestro país y en otras naciones desarrolladas del mundo. Supongamos que vamos paseando por nuestra ciudad. De repente, un hombre le da una patada a un perro. Nadie conoce la causa de tal castigo, pero en derredor del viandante la trifulca que se origina en contra de este individuo es colosal, incluso interviene la policía ante el alboroto y la alarma social que se está produciendo. Por el contrario, en esa misma urbe un niño va paseando con su padre, y éste, en un momento determinado, le abofetea por un motivo que toda la gente que camina en torno a ellos también desconoce, como en el caso del perro, pero nadie dice nada. Nadie discrepa con el modo de proceder del hombre contra su hijo. No se producen altercados ni desbordamientos sociales y alarmistas. El jovencito llora. Se toca una y otra vez la mejilla golpeada, pero aquí no ha pasado nada. Quizás alguien de aquellas personas que han presenciado tal maltrato se atreva a exclamar: ¡Por algo será! ¡Qué insoportable tiene que ser ese niño! ¡Quién lo aguantará cuando tenga 20 ó 30 años! Esta es la realidad. Una realidad que está ahí presente. Una realidad que acontece en una calle cualquiera de cualquier municipio español.
Ningún tipo de castigo físico es admisible. El psicólogo Ángel Hernández, director de la Plataforma de Organizaciones de la Infancia (que agrupa a 37 asociaciones) está totalmente en contra de los castigos físicos de padres a hijos “Cuando un adulto abofetea a otro lo puede denunciar por agresión y un niño, no”.
“El cachete, dice Pedro Núñez Morgades, no es pedagógico en un entorno lleno de violencia. Pretende sustituir la dedicación y la educación. Los padres podrán corregir razonable y moderadamente a los hijos, pero nunca mediante el empleo del castigo físico o de cualquier otro trato que comporte menoscabo de la integridad y dignidad personal”.
¿Qué deben hacer los padres para evitar pegar a sus hijos? “Mantener la calma y tener paciencia”, manifiesta Ángel Hernández. Hay que saber que el proceso educativo es largo y costoso. Se debe mantener el autocontrol y buscar los recursos que puedan ayudar a educar a sus hijos. Hay pocas escuelas de padres, y los padres no están por la labor de acudir a ellas”. ¿Y cómo corregir? “El castigo debe consistir en privar, temporalmente y de forma proporcional, al niño de elementos positivos, explicándoselo siempre”, responde.
“Castigar el hecho, no a la persona”, mantiene Pepa Hornos. Y algo muy importante: “Hay que potenciar los comportamientos positivos del niño. Reconocer lo que hace bien y reforzarlo eleva su autoestima”, subraya, para finalizar, Hernández.

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