miércoles, abril 30, 2025

EL ECO DE TETUAN,DESDE EL FEDDAN CON AMOR Hoy... Neruda no volverá a escribir un poema de amor, ni triste ni alegre, ni Alberti volverá a deletrear sus versos sobre el algodón plateado de la mar que llena su tacita del alma. Hoy, don Miguel no volverá a cruzar la Mancha, ni sólo ni con su fiel amigo Sancho Panza, ni siquiera Rocinante galopará las andanzas de su caballero. Hoy, Sabina no volverá al metro para afinar su guitarra, ni hablará con Íñigo o Quintero de sus acordes lejanos que están grabados en los raíles de la esperanza. Hoy, don Camilo no podrá volver a Archidona para cubrir su monolito con agrestes palabras surgidas de la ira y de décadas de libros escritos a viva voz, en la penumbra, ni verá sus dos muertos moverse al son celestial y a la vez alegre de una mazurca. Hoy, Almudena, cada vez más grande, no podrá gozar de esas estaciones que están de paso y se contentará con edificar castillos de cartón sobre algodones de nieve que desde la Sierra le traerán mirtos y arrayanes. No podrá visitar a los pacientes del doctor García ni volverá a atravesar el mundanal atlas de la geografía humana y se contentará con recordar las distantes edades de Lulú. Hoy, Leopoldo alzará sus alas para alcanzar la alcoba de alguna regenta y poder dejar reposar el crudo linaje y los espectros de la herencia Hoy, don Ernesto nos deletreará un informe sobre Ciegos y nos describirá cómo mueren los héroes y renacen en sus tumbas de naipes y de olvidos, de lunes a sábado. Tampoco volverá el señor Gala a las callejas florales de su califal tierra y se contentará con descifrar un manuscrito carmesí que ni el tiempo ni las eras pudieron borrar. No podrá escribir prosas de un difuminado amor que se fraguó en una pasión turca y se estancó en palabras incompletas y en frases indescifrables. Tampoco hablará de mí, ni de el. Salvo los vivos, los muertos, todos se fueron a pernoctar en el apasionante jardín de las delicias infinitas, sin llevarse entre su equipaje más que una pluma llena de tinta para escribir epitafios de clemencia. Nos dejaron, en depósito, parte de su obra en misceláneas de quejidos escritos entre líneas de color oscuro, mitad pena y mitad jolgorio. Hoy, desde la inmensidad de mi jadeada soledad, contemplo como pasa el aire atravesando la humedad del calendario, veo pasar las borrascosas nubes mientras coronan las llagas de mis venas atrapadas entre yunques e iras de Nerón. Veo cruzarse varios chaparrones de incienso, vestidos de azucenas perfumadas con iris de ninfas fenecidas. Ahmed Mgara, casi hoy.