viernes, octubre 19, 2007

Disculpe el señor

LA OTRA MIRADA

José Sarria
Disculpe el señor



Consuelo Rumí, Secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, daba hace unos días el dato: el número de embarcaciones ilegales llegadas a España entre los pasados meses de enero y septiembre descendió un 62 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior. Ello, según Rumí, significa que los inmigrantes que arribaron a nuestras costas en pateras y cayucos son unos 20.000 menos que en los primeros nueve meses de 2006. Misión cumplida.

Claro que uno, a continuación, se hace la pregunta del millón ¿en qué escandallo computan los miles de inmigrantes que entran sin que nadie los localice?, ¿qué funcionario lleva la contabilidad de esa multitud de pobres que se cuelan por los agujeros de la noche en busca del pan del primer mundo?, ¿cómo puede ser fiable una estadística sobre datos de ilegales si el ilegal no existe?

En estos momentos en los que me usted me lee, que se sepa, una patera con 19 magrebíes (16 de ellos menores de edad), llegó de madrugada al puerto de Morro Jable, en el sur de Fuerteventura. Una segunda embarcación había sido interceptada a 14 millas de Tenerife, siendo remolcada al puerto de Los Cristianos, mientras el pesquero español Corisco había rescatado, a la deriva, a unos 50 inmigrantes (entre ellos 5 mujeres y 3 niñas) en aguas del mar Mediterráneo. Seguramente otras muchas pateras, cayucos o zodiacs han llegado, anónimas, a las costas de Almuñécar, el cabo de Gata, Bolonia o Dios sabe dónde. Seguimos durmiendo tranquilos, protegidos en nuestro paraíso, porque los datos nos son favorables: la cosa va bien.

De fondo, sigue resonando la letra de aquella canción de Juan Manuel Serrat: “Disculpe el señor / si le interrumpo, pero en el recibidor / hay un par de pobres quepreguntan insistentemente por usted. / No piden limosnas, no... / Ni venden alfombras de lana, / tampoco elefantes de ébano. / Son pobres que no tienen nada de nada. / No entendí muy bien / sin nada que vender o nada que perder, / pero por lo que parecetiene usted alguna cosa que les pertenece. / ¿Quiere que les diga que el señor salió...? / ¿Que vuelvan mañana, en horas de visita...? / ¿O mejor les digo como el señor dice: / "Santa Rita, Rita, Rita, / lo que se da, no se quita...?" / Disculpe el señor, / se nos llenó de pobres el recibidor / y no paran de llegar, / desde la retaguardia, por tierra y por mar. / … / Usted verá / que mientras estamos hablando / llegan más y más pobres y siguen llegando. / ¿Quiere usted que llame a un guardia y que revise / si tienen en regla sus papeles de pobre...?”. El hambre y la miseria no conocen de estadísticas ni de informes de coyuntura. Mientras exista, el hambre de África seguirá viajando en las embarcaciones de la muerte.

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