José Luis Peinado corre para felicitar a Amancio por marcar un gol. Ortiz de Mendibil señala el centro del campo.Homenajear, a los gallardos es sinónimo de altivez por parte de los homenajeadores, y es por ello por lo que la flor y nata de esta ciudad, toda a una, se une hoy para renovar el reconocimiento más fastuoso a tres grandes que han acaparado sonados podios cosechando inmensas distinciones en sus loables trayectorias por el mundo de las proezas.
Tres personajes deportivos poco comunes en nuestra comunidad y de los que nos vanagloriamos con toda la justificación y orgullo posibles. Cada uno de ellos fue astro en su terreno, estela perenne en nuestros corazones y en el recuerdo aún después de tres décadas después de su jubilación.
Volaron tan alto que el cielo se les hizo alcanzable, fueron tan ilustres que la fama sintió envidia de ellos.
Estamos homenajeando, estimados señores, a deportistas inusuales y de los que no se dejan difuminar con las fechas del calendario. Nos embarga la felicidad de rendir pleitesía a tres eslabones de relevancia en el ciclo de nuestra magnitud deportiva. Hoy, homenajeamos a filones que antaño dieron dorados éxitos a los suyos y entre los cuales nos hallábamos por Divina bendición.
Con su magistral pundonor, Abderezzak Allam movía y removía las gradas del Pabellón del Real Madrid. Levantaba y arrancaba los vítores desde las entrañas, no solamente de los hinchas y forofos merengues, sino también de los seguidores de los contrincantes. Era de tan altos vuelos que sus mates se escuchaban con sus ecos por todos los rincones de los pabellones cubiertos. Por algo fue el jugador más caro de la historia del voleibol español hasta entonces con un sueldazo de 30.000 Ptas.
Allam es aún recordado en Madrid. Hace poco estuve hablando con un ex seleccionador nacional del equipo femenino y me preguntó por él: “Un marroquí llamado Allam jugaba en mi época en el Real Madrid, ¿qué ha sido de el? Allam ha grabado con pundonor su propia historia…y la de un mítico club que pertenece a la realeza deportiva.
Taieb Bakkali fue ídolo de toda la nación, y lo era más aún en nuestra comunidad tetuaní. Su estatura no podía ocultar tras su sombra a tan magno personaje. Su nobleza, humildad y sensibilidad han perpetuado para él y para nosotros una estela muy especial que se mueve entre todos con simpatía y elegancia aún en nuestros días.
Pocos grandes como lo era el siguieron siéndolo después de dejar su dedicación deportiva. Y allí está tan valeroso y especial como siempre fue. Tan admirado y querido por cuantos lo tuvimos y tenemos como leyenda deportiva nacional por merecimientos propios y voluntad por común.
No fue un simple gimnasta. Las medallas de metales preciosos que cosechó en los campeonatos nacionales, árabes y mediterráneos testifican que Bakkali era una excepción, de tal manera que aún reluce el brillo de esos logros de sus trece años de internacionalidad. Bastaría contar sus decenas de medallas y condecoraciones o citar que fue acompañante del equipo nacional de Rusia en una de sus giras para catalogar sus capacidades y valorar sus hazañas.
La pena mayor que siento por mi querido amigo e ídolo Taieb Bakkali es la de ser de aquí y no de allí al sur, para reconocerle a nivel nacional sus proezas internacionales.
José Luís Pérez Peinado desde que arribó a Concha Espina, tras su paso por el Carloteño, Metalúrgicas y Rayo Vallecano, el primer día de agosto de 1967, las tardes del Bernabeu aumentaron en sus peculiares manojos de euforia y gallardía. El respetable se fusionaba con sus caballeros blanquecinos en sincronizada armonía. Era la feria dominical que rebozaba alegría de tanto jolgorio por tan loables logros. Nueve años pasó nuestro tetuaní del Madrid en equipo, llenos de gloria y ejemplaridad. Todo un valladar de entrega con la singular garra, propia solo de los “pura raza”. Fue el único jugador del fútbol español que no conoció en dos temporadas una derrota, con los Aficionados del Real Madrid y al ascender de tercera división con el Rayo, cedido.
Curiosamente, debutó contra el Athletic en San Mamés y su primer partido en Chamartín fue contra el Sevilla, marcando un golazo
Para los que somos de este terruño de luz José Luís era un hijo pródigo que fundía nuestro madridismo en los esquemas del entrenador, codeando con los grandes de la época. José Luis era, también…nosotros, y así, festejábamos en las distancias, sus aciertos y sus tinos, tanto en el Real Madrid de Miguel Muñoz, Molowni o Miljan Miljanic como con la selección española de Laszi Kubala en los cuatro encuentros en que vistió la camisola nacional.
Sus despejes y sus pases levantaban y arrancaban nuestros susurros. Cuando un contrincante podía con él y lo rebasaba, cosa muy extraña, los suspiros embadurnaban las pantallas de los viejos televisores de maldiciones y enfados.
No podíamos tener mejor estrella en nuestro norte que la de osé Luís Peinado, nuestro excepcional embajador en los madriles, sin olvidar a otro ilustre tetuaní que, en la sección de Baloncesto de Raimundo Saporta fue jugador y entrenador del Real Madrid al igual que en la Selección Nacional española. Lolo Sainz, como sabrán ustedes.
Es de mencionar que José Luis Peinado desciende de una familia futbolera. Su padre jugó en el Español de Tetuán y su tío, Antonio Ponce, fue guardameta del Atlético de Tetuán.
No se puede olvidar la paternal simpatía que le tenía don Santiago Bernabeu a nuestro tetuaní del que dijo en una entrevista: “José Luís es de Tetuán e hizo la mili en El Ayún…más marroquí….imposible”.
Gracias a los organizadores de estos homenajes y enhorabuena a los homenajeados. Hala Madrid.
Ahmed Mgara